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Día de Muertos


Día de muertos marketina

Tengo que decir que a pesar de vivir en la Riviera Maya solo he podido ir en dos ocasiones al “Festival de Vida y Muerte en Xcaret” y a pesar de muchas cosas que digan es una belleza y es espectacular el trabajo que hacen.


Siempre he recordado los día de muertos por los innumerables concursos de altares de muertos desde el colegio y por alguna razón nunca ganábamos porque no llegaba el papel picado porque se le olvido al que le tocaba, ya se peleaban unos con otros con las flores o nos comíamos el pan de muerto en el camino.

Sin embargo recuerdo haber ganado un concurso, ya en la chamba porque mi papá me prestó todas las fotos de sus antepasados lo cual causo revuelo, unas fotos espectaculares (claro todos muy antiguos pero guapos) La verdad es que las fotografías son un tesoro.

Regresado al festival que recomiendo mucho ya que no sólo montan una gran cantidad de altares magistrales, recorres el “cementerio” que son un montón de tumbas chiquitas que tienen toda la picardía mexicana, además que salen de la nada unos vestidos de entes y brincas del susto a cada rato por no decir que te da un conato de infarto y a la tercera vez hasta ganas de cachetearlos.


El olor a copal por doquier que me fascina y hasta te puedes maquillar de catrina (claro que con este calor al rato ya pareces panda).

La primera vez que fui con unas amigas en la que (sin decir nombres) pero la verdad Martha es de las que quiere llegar a todo pero el tema es que había cosas simultáneas, en fin, llevaba mapa para no perdernos nada, en lo que te acabas de ubicar (lo cual es imposible) vas de un lado a otro ya que es como un circo de varias pistas y ríos de gente, en eso nos topamos con el área de comida y nadie en su santo juicio se puede perder de un rico esquite o unos tamales o unos buñuelos.


Así que en lo que la otra nos arriaba como a los bueyes que meten a la plaza de toros cuando meten al toro de regreso al chiquero, yo me comía mi esquite y caminábamos, llegamos a la capilla en donde había un recital y no acabamos de sentarnos cuando “gracias por sus aplausos, que tengan una linda velada”, al juego de pelota que nos tocó hasta arriba, con un viento que en cualquier momento sentía que íbamos a volar como los de Papantla.

La segunda vez fue en familia, caminamos un montón pero ya sin prisa pero sin pausa. Nos enseñaron como hacer el dulce de coco o algo así (no aprendimos nada), los otros haciendo cola en las marquesitas, la niña haciéndose fotos en un sarcófago y lo bueno que ahora si disfrutamos de un concierto de música andina.

Escuchamos a lo lejos una misa y comimos chocolate amargo que es mi adicción. Si bien como mexicanos nos burlamos de la muerte, nuestros ancestros la veneraban.

Sigue siendo una tradición en la que nos reímos, comemos, recordamos a los que ya no están y que algún día vendrá por nosotros.


“La muerte no nos roba los seres amados. Al contrario, nos los guarda y nos los inmortaliza en el recuerdo. La vida sí que nos los roba muchas veces y definitivamente”.

- François Mauriac




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